01 noviembre 2006

Acorralados por las forestales

El siguiente artículo describe los impactos de la forestación en el sur de Chile, muy similares a los que esta actividad ha provocado en Uruguay.
En los distintos países del mundo donde se ha instalado el modelo de grandes monocultivos forestales los impactos en la población aledaña y en el medio ambiente se repiten, dejando como resultado los mismos impactos negativos: desplazamientos de poblaciones locales, promesas de trabajo que no se cumplen, uso masivo de agrotóxicos, fuentes de agua agotadas, deforestación de montes nativos y destrucción de ecosistemas como la pradera en el caso de Uruguay.

Acorralados por las forestales

por Patricia Bravo

Interminables filas de pinos y eucaliptos que se empinan hasta la punta de las colinas es el monótono paisaje que reemplazó los trigales y bosques nativos de robles, raulíes y lingues que alguna vez reinaron en la comuna de Los Sauces. Ubicada en los faldeos de la cordillera de Nahuelbuta, en la provincia de Malleco, IX Región, esta comuna predominantemente rural y con un 20% de población mapuche tentó a las grandes empresas de la madera. Allí están las forestales Mininco, Arauco, Cautín, Comaco, Casino y Tierra Chilena, entre otras. Las plantaciones forestales ocupan casi dos tercios de los suelos cultivables de la comuna y continúan avanzando. Como ocurre en muchas otras zonas del sur del país, las enormes ganancias de las empresas de la industria maderera se traducen en pérdidas en calidad de vida para quienes viven en las localidades y comunidades mapuche aledañas.
El 33,8% de la población vive entre la pobreza y la indigencia. En la época del año de mayor demanda de mano de obra, Mininco –a través de contratistas- sólo da trabajo a 19 personas de la comuna, con salarios que oscilan entre los 100 mil y 150 mil pesos mensuales (1). La actividad agrícola descendió en 22% en los últimos 10 años, forzando a poco más de 1.400 personas a emigrar a las ciudades (Censos 1992 -2002). La población rural bajó en 16,4%. Una de las razones es la falta de agua, provocada por las plantaciones de pinos y eucaliptos. La escasez ha llegado al extremo que cada verano la municipalidad debe distribuir agua en camiones aljibe en varios sectores donde ni siquiera tienen para beber, menos aún para mantener huertas familiares.
Así lo ha denunciado la Agrupación Nguallen Pelu Mapu (Protectores de la Tierra), de Los Sauces, advirtiendo que el problema puede extenderse en corto plazo a la zona urbana ya que las plantaciones rodean los humedales del sector. “El nivel de agua de los humedales disminuirá con el paso de los años hasta desaparecer, afectando la biodiversidad propia del lugar”, señala la organización ambiental. La presidenta de esta agrupación, Norma Cancino –profesora de historia y geografía-, varios de sus miembros, el concejal José Caballieri y una representante de la Red de Acción en Plaguicidas y sus Alternativas para América Latina (RAP-AL), fueron invitados a participar en una reunión informativa con dirigentes y miembros de las juntas de vecinos de los sectores rurales Porvenir Bajo y Porvenir Alto para tratar el problema de la falta de agua y las consecuencias de las fumigaciones efectuadas por la forestal Comaco, perteneciente al empresario democratacristiano Italo Zunino.
Los agrotóxicos, principalmente herbicidas, son esparcidos en forma mecánica o manual en forma periódica, antes de plantar y durante toda la primera etapa de crecimiento de los árboles. A los vecinos no sólo no se les avisa con anticipación, al menos para que intenten tomar algún resguardo, sino que los plaguicidas han contaminado ríos, esteros y acequias. Algunos vecinos han visto a empleados de la empresa forestal vaciando restos de plaguicidas en las aguas de un estero para luego dejar los envases tirados en cualquier parte.
Angustiada, María Martínez, quien vive con su marido en una pequeña propiedad colindante con las plantaciones de pinos, explicó que la única fuente de aprovisionamiento de agua que ellos tienen es la proveniente de ese estero. La ocupan para el consumo familiar, para dar de beber a los animales y para regar sus sembrados. “Yo he sentido dolores de estómago”, señaló ella con preocupación. Diez de sus doce ovejas murieron recientemente y está convencida que se envenenaron con plaguicidas, “porque la empresa ha fumigado a la orilla del estero”.
En la reunión también se denunció la aplicación de agrotóxicos hasta el borde del camino público. Una acequia que corre paralela al camino arrastra aguas turbias de sospechoso color blancuzco. “Pudimos observar que la vegetación de las orillas del camino está quemada debido a los químicos, y que se han plantado pinos hasta el borde de los cercos, lo que vulnera las reglas vigentes”, comentó Norma Cancino. Los vecinos agregaron que en el verano los camiones de la empresa que van y vienen a todas horas levantan nubes de polvo de la orilla del camino que ingresa en grandes cantidades en sus casas, daña el pasto del que se alimentan sus animales e inutilizan los productos que cultivan en las huertas familiares.INQUIETANTES PRECEDENTES
Hay razones para temer a los venenos químicos. Los lugareños recuerdan que en 1997 murieron una mujer de 70 años y un niño de 14, intoxicados con fumigaciones efectuadas en la comuna por la empresa forestal Bosques Arauco. En esa ocasión se utilizó un raticida anticoagulante (Bromadiolona), que también causó intoxicaciones en otras personas, muerte de animales domésticos y ganado.
Posteriormente murió un niño tras haber comido hongos silvestres que su familia, como muchas otras, recolectaba en el cerro Trenten y consumía con frecuencia sin haber padecido antes ningún malestar. También el padre del menor resultó intoxicado, aunque logró salvarse. Como se desató una polémica respecto de la causa, la municipalidad encargó un estudio a la Universidad Austral de Valdivia, donde se indica que “la dispersión incontrolada de grandes cantidades de sustancias tóxicas como pesticidas (herbicidas, insecticidas, fungicidas, etc.), empleados en la agricultura, puede convertir en venenosos hongos silvestres que normalmente son comestibles”. Sin embargo, hasta hoy en el consultorio de Los Sauces se afirma que no hubo una conclusión clara de esa investigación. En un cartel colgado en la pared se le recomienda al público abstenerse de consumir hongos silvestres “porque es muy difícil diferenciar un hongo comestible de un hongo venenoso”. Lo que queda claro es que autoridades locales y jefes de servicios públicos miran para otro lado ante cualquier indicio de cuestionamiento que lleve a enfrentarlos al gran poder de las empresas forestales.
Los problemas planteados en Porvenir son generalizados en la comuna. Y también las sospechas nunca despejadas. En la comunidad Lorenzo Quilapi Cabetón, en el sector de Queuque, la mayoría de los jóvenes ha emigrado en busca de trabajo. “Sufrimos mucho por las forestales”, dice Pilar Antileo. Su familia ya no tiene huerto, “no se puede plantar sin agua”. Llegaron a tener 150 aves que les producían huevos “para el gasto y algo para la venta, pero ahora no se puede porque los zorros que soltaron las forestales para que se comieran a los conejos, también se comen a las gallinas”. Después de una fumigación aérea se intoxicaron varias personas que consumieron hongos silvestres. “Murió una señora, Margarita Espinoza. Y un niño de 13 años encontró unos conejos muertos y los llevó a su casa. Se los comieron y se enfermaron todos. El niño se murió y su mamá ha seguido enfermiza hasta hoy. Otra mujer, Mercedes Huenchuleo, fue al cerro a ver los animales y sintió un olor malo. Se enfermó y falleció. Dijeron que tuvo un ataque cardiaco”, señala Pilar. Hay otros casos de muerte dudosa que la gente asocia a los plaguicidas.
En el sector Guadaba Abajo comenzaron a fumigar con aviones hace tres años, en plantaciones de la Forestal Cautín. Ireni Polma, de la comunidad Antonio Pailaqueo, dice que a su familia se les murieron las abejas y que ella desde entonces padece de una alergia permanente en el rostro.
LLUVIA VENENOSA
Los herbicidas más utilizados en Los Sauces son simazina y glifosato (conocido por nombres comerciales como Rango y Roundup). Aunque el primero de ellos se vende en Chile con etiqueta “verde” (indicativo de una supuesta baja toxicidad) y sólo se señala que es “ligeramente tóxico para las abejas”, está prohibido en la Unión Europea desde 2002. Diversos estudios científicos han demostrado que se acumula en el agua (es de muy lenta disolución) y que el consumo prolongado del agua contaminada podría tener efectos perjudiciales para el ser humano (posibles efectos cancerígenos) . En España, la simazina se aplicó durante muchos años en los olivares, pero fue prohibida en 2005 después de haber provocado una masiva mortandad de peces y de detectar que aguas subterráneas cercanas a embalses destinados al abastecimiento de la población estaban contaminadas.
El glifosato, de menor costo que otros herbicidas, se usa profusamente en América Latina, en especial en cultivos transgénicos con resistencia a este agrotóxico. Eso significa que elimina todas las especies vegetales, excepto aquella que se ha deseado proteger mediante manipulación genética. “A las empresas forestales les interesa que los pinos y eucaliptos crezcan rápido, sin competencia de otras especies vegetales y sin plagas. No les importa que de paso se elimine la diversidad biológica”, señala María Elena Rozas, coordinadora nacional de RAP-AL. Recuerda que los herbicidas se usaron ampliamente en la guerra de Vietnam para eliminar los bosques y facilitar así los bombardeos a la población. “Ahora se usan ampliamente en las plantaciones forestales, sin preocuparse por la contaminación de las fuentes de agua y los enormes daños que los herbicidas provocan a la salud de las personas y de los animales que habitan en las proximidades”, agrega.
La especialista de RAP-AL explica que “para que el glifosato sea efectivo se debe usar combinado con otros químicos que traspasan la superficie de las plantas, penetran en el organismo de seres humanos y animales, y potencian su acción tóxica. Un veneno como el glifosato puede provocar severos daños en la piel, abortos, daños oculares, lesiones genéticas e incluso la muerte. Silvino Talavera, un niño campesino de Paraguay murió después de recibir un baño con un cóctel de plaguicidas cuando transitaba por un camino aledaño a plantaciones de soya. Era principalmente glifosato, según se estableció en los análisis de laboratorio que sirvieron de prueba en el juicio que entabló y ganó su familia”. En su opinión, el Estado debe establecer estrictas regulaciones para las fumigaciones aéreas y terrestres a nivel nacional, fiscalizar que se cumplan, y cancelar el registro de sustancias químicas tóxicas. “No hay excusas para permitir el uso de estos venenos si existen alternativas viables económicamente y sustentables en lo ambiental para el manejo de suelos, hierbas, insectos y enfermedades que pueden convertirse en plagas. Las autoridades de los ministerios de Agricultura, de Salud y del Trabajo, que son las encargadas de reglamentar y fiscalizar las actividades de las forestales, no pueden seguir desconociendo esta situación y actuando con debilidad mientras las comunidades padecen cada vez más”, enfatiza María Elena Rozas.
NO MAS SUBSIDIOS
En Los Sauces, la Agrupación Nguallen Pelu Mapu, junto a las organizaciones vecinales de los sectores más afectados, plantea demandas muy concretas a las autoridades locales. Entre ellas, normas estrictas para el uso de plaguicidas; retirada de las empresas forestales a un mínimo de 400 metros de las fuentes de agua y a 200 metros de linderos y caminos; creación de una Comisión Ambiental Comunal, e incentivos para la plantación de especies nativas. Y algo más: “Que se terminen los subsidios forestales a las plantaciones exóticas; y se estimulen otros modos de recuperación de suelos, como el cultivo de plantas alternativas a la producción de madera (castaño, avellanos, murilla, rosa mosqueta, olivos u otros)”.
Desde 1975 y durante casi 20 años, bajo la dictadura y durante gobiernos de la Concertación, el Estado subsidió a la empresas forestales con rebaja de impuestos y una bonificación del 75% del costo de las plantaciones, manejo y administración. Todo, por virtud del DL Nº 701. Sólo en los últimos años se modificó este decreto ley, traspasando los beneficios a medianos y pequeños propietarios agrícolas como una forma de “recuperar suelos erosionados” y “apoyar el desarrollo económico y social de las comunidades rurales”.
En la práctica ha significado sumar numerosas pequeñas plantaciones de eucaliptos y pinos a las ya existentes, incluyendo fertilizantes y plaguicidas en el paquete de subsidios bajo la complaciente mirada de CONAF, INDAP y municipalidades. La falta de recursos para destinarlos a inversión no ha permitido a estos productores desarrollar –como se anunció- nuevas líneas de producción para darle valor agregado a la madera y obtener un mayor rendimiento. En vez de fabricar muebles, o puertas y ventanas, han tenido que conformarse con vender su producto a las grandes empresas que continúan exportando exitosamente toneladas de astillas y rollizos.
PATRICIA BRAVO
(1) Tesis de título “Principales ámbitos de influencia de la actividad forestal en territorios locales: el caso de la comuna Los Sauces en el Cluster Forestal de la Araucanía”, de Carmen Fuentes Viveros y Patricio Contreras Fuentes, 2006. Fundación para la Superación de la Pobreza, Programa Servicio País. Universidad de Chile, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Escuela de Geografía.

Artículo publicado en la revista Punto Final, octubre 2006.
Tomado de www.webs.chasque.net/~rapaluy